lunes, 30 de julio de 2012

Magua en Vena.




Sí, la sangre es
Magua de mi cuerpo,
Que late por no tener,
Que tiene que latir.



De Pañales y Abejas




Me pienso
Me hundo
Levanto, recojo, respiro
Me piro, vampiro, no muerdo
Ni sangro, ni dientes
La plata ya no me hace daño
El estaño, la miel y tu piel
En el panal sin pañal
Ni temor ni ternura
Tú puedes ser abeja
Yo no puedo ser más tonto
Por tanto, entretanto
Y entre tanto tinto y tiempo
El tinto de entretiempo
De descanso, de receso
No llega y tu piel se derrite
En el fuego de mi tontería
No hagas miel en el día
Que haré en la noche tu piel
Hombre en panal, apicultor
Hombre en pañal, ese soy yo.

El Tren Progresa Adecuadamente.

En la estación del tren, una mujer vetusta y aturdida por el vaivén urbano no sabe interpretar los símbolos que, a su juicio, revolotean cuadriculados y colorados en el pedazo de metal colgado del techo. Sin embargo, sí sabe que debe ver a su hermana que espera en la parada 23 de la "línea azul", lugar de residencia de su hermana según el amable guardián de la entrada.

Luego de un rato, no encuentra la señora más líneas que las amarillas que separan los andenes y el azul sólo es visible en la gota de cielo que deja entrever la claraboya superior, de resto, todo es gris, frío, metálico. En su creciente desespero, pide ayuda a un joven -Mire usted los rótulos- le dice. -No sé leer- responde tierna y tímidamente la mujer. Pregunta a una jovencita -Revise el folleto, está el horario y recorrido- le contesta la joven. -No sé leer- responda tímida y tiernamente la señora. Otro muchacho pasa a su lado con la mirada perdida - Pregúntale a un operario, yo tengo prisa- espeta el joven vagamente y corre escopetado hacia un vagón.

Los jóvenes no salen del asombro de saber que , en la moderna y avanzada civilización, la mujer no ha aprendido a leer. La mujer no sale del asombro de que ningún joven sea capaz de explicarle el camino, se asombra más aún al reconocer a la letra como vencedora de la palabra en la avanzada y moderna civilización. Para ella no más que una callada, gris, metálica, cuadriculada, impasible, temerosa de pausa y de tacto.

Huída en Surinam

Las mujeres blancas de los terratenientes tomaban té en la terraza mientras se mofaban de las mujeres negras. Las mujeres negras del terrateniente, esclavas, sumisas, sojuzgadas y para colmo risibles marionetas a los ojos de las otras mujeres de los señores.

Un buen día, huyen las mujeres negras a través de la plantación en busca de un horizonte nuevo, intangible desde las májaras de negritud y sudor. Aún en la mina de esclavos, las mújeres blancas, atónitas y atomizadas ante la repentina deserción y sin saber como trabajar la tierra, empiezan a temer por el futuro de sus tripas roídas de chisme y lujuria y maltrechas por la opulencia. Sus rubios y lacios cabellos no podrán ser atendidos si no hay negras que produzcan el bien maldito que llena las cajitas de usura en los latifundios. Antes se reían del pelo crespo y rizado de sus esclavas.

Las esclavas huídas llegan a tierra libre sin hombres que atender y sin mujeres que se rían de su cabello.En ese misma "cabellera irrisoria" de pelos entrelazados e infinitas espirales se guardan las semillas robadas de la plantación para que la tierra otorgue sus frutos, y sus manos bicolores, enésimo motivo de burla de las mujeres blancas, repletas de sapiencia y experiencia para que la naturaleza dé lo que sabe dar. Ahora, de lejos, las mujeres negras, libres de cadenas de colores, contemplan la linde de las plantaciones: se ríen de los furiosos terratenientes al borde de la bancarrota y ven a las mujeres blancas con sus sucios cabellos rubios beber de un balde de barro sentadas en el borde de una banca rota.  

Objeto de objetivo.

 

Poemas subversivos y 
satíricos con toques líricos.
Vómito social para crear
conciencia real 
acerca del individualismo
más vil,vulgar,volatil y viril
producto de la burguesía,
el poder y la hipocresía.